SD HUESCA. PRIMER ANIVERSARIO DE PLATA

Un año para que el fútbol sea conversación preferente en los bares. Un año infinito en emociones.

La sartén de España esperaba ardiendo a un Huesca que llegaba a Écija con un exiguo uno a cero a su favor en el cruce decisivo. Gol de Lalo de penalti a Lalo.

Decenas de aficionados oscenses se trasladaron a Andalucía con una ilusión que se les salía del cuerpo. El termómetro chillaba al sobrepasar los 40 grados, pero eso no impidió el éxodo masivo de los aficionados ante una oportunidad histórica.

En los días previos al partido, Sorribas había acaparado muchas líneas sobre si se recuperaría de su lesión o no llegaría a tiempo o tendría que infiltrarse... el caso es que finalmente no pudo jugar y fue Paco Borrego el que asumió el rol de medio defensivo. El jerezano, que no estaba en forma porque venía de superar una grave lesión, dio una lección de cuajo y saber estar, fundamental para el devenir del encuentro.

El Huesca sufrió un ambiente hostil de una grada cuyo aliento se dejaba sentir en cada saque de banda del equipo oscense. Roberto sufrió en sus carnes la agresividad de un descerebrado, que le golpeó en el cuello. El olor a encerrona aumentaba y el Huesca debía multiplicarse para salir airoso del envite.

Una falta de Nolito a pocos instantes de terminar el partido, con el Huesca jugando con diez por expulsión de Dorado, fue el último nudo en la garganta que hubo que sufrir. Porque luego llegó aquel contragolpe en el que Roberto firmó el golazo por el que siempre será recordado en Huesca. Un balón que sujeta, con el que se gira y al que esboza una parábola perfecta que se aloja en la escuadra a la velocidad de un sueño.

La locura. Locura en el banquillo del Huesca. Locura entre los aficionados desplazados. Locura en los protagonistas directos. Locura en la capital oscense. Locura colectiva.